Cuando recibí la noticia no supe qué pensar, en las primeras horas después del diagnóstico, el mundo se detuvo. No quería aceptar que esto estaba sucediendo, llevaba una vida activa, me cuidaba, tenía una carrera exitosa y una familia increíble.
Lo primero que hice fue tratar de solucionar “el problema” lo más rápido posible. El doctor dijo que necesitaba operarme, no tuvo que decirlo dos veces cuando yo ya estaba anestesiada y lista para la cirugía.
Pero el cáncer se encargó de demostrarme que este proceso iba más allá de resolver de inmediato, algo a lo que estaba acostumbrada en mi vida diaria. Cuando las cosas salían mal, la respuesta era accionar.
No, este proceso se trataba de tener calma, de detenerme, de observar, de analizar y de transformarme. Esa era la gran lección del tratamiento que viví durante un año. Para una mujer como yo fue un proceso difícil. Toda mi vida había trabajado en una gran empresa, con una agenda llena y muchos compromisos, la palabra descanso no estaba en mis planes y mucho menos parar por completo.
Sin embrago, tuve que hacerlo porque mi cuerpo, más adelante entendí que también mi alma, me estaba pidiendo atención. La realidad es que cuando enfrentas una enfermedad como esta nunca estás lo suficiente preparada para el dolor físico y emocional, la mayoría de las veces depende de nosotros encontrar el ancla que nos mantendrá con fuerza.
Para mi el yoga fue la herramienta que me permitió tener un espacio de paz, lejos de la incertidumbre y la angustia. Un momento para mi. Un impulso para seguir. Y es que más allá de querer practicar yoga porque sus beneficios físicos son exponenciales, algo me decía que necesitaba fortalecerme de adentro hacia fuera para afrontar todo lo que estaba por venir.
El yoga me hizo sentir cómoda con mi cuerpo, me permitió entender que es válido decir “hasta aquí puedo hacerlo” porque la práctica se adaptaba no solo a mis habilidades sino a las ganas que tuviera ese día. Porque sí, había días que no tenía ganas de nada.
Entendí que no necesitaba forzarme, que el cuerpo es sabio y que se mueve y se transforma solo cuando es necesario, sin embargo, el cuerpo físico no fue lo único que cambió cuando comencé con la práctica durante el cáncer.
Mi mente y mi alma se vieron conmovidos por los beneficios de esta herramienta, practicar yoga para mi era como tener un respiro, como si se limpiara mi cuerpo y mi mente de todo lo que el proceso de cáncer estaba causando para entender qué es lo que yo realmente necesitaba para estar bien.
Había días que lo que necesitaba era estar acostada y respirar, respirar, respirar durante horas. Otras veces quería moverme, quería sentirme activa, comprobar que mi cuerpo era capaz de mucho y que ninguna enfermedad dictaría lo contrario.
Fueron meses de constancia, a vece de frustración y otras de mucha satisfacción, pero sobre todo de darme la oportunidad de cambiar mi perspectiva sobre la enfermedad.
Las respiraciones, las meditaciones, los mantras y las asanas me permitieron tener claridad sobre lo que estaba viviendo. Me conectaba con mi cuerpo. Ya no solo se trataba de solucionar o de detenerme, se convirtió e
n un proceso de transformación en el cual tuve la oportunidad de replantear mi misión de vida y construirla desde lo más profundo.
Fue gracias al yoga y otras herramientas que usé durante mi proceso que superé el cáncer y apliqué todo lo aprendido en un solo propósito: ser fuerza y compañía para otras mujeres que están pasando por lo mismo porque lo entiendo.
Porque sé que hoy no necesitan el consejo del doctor o una amiga; es más valioso saber que alguien que ya estuvo ahí te está diciendo que sí se puede.
Si quieres darle una oportunidad al yoga, preparé una guía en la que podrás entender de forma básica qué es, cuales son sus beneficios, porque es tan importante, qué tipos de yoga hay, cuál funciona mejor para tus necesidades, cómo elegirlo y cómo comenzar a practicarlo.
Estoy segura que una herramienta como está será de gran ayuda no solo para tener claridad sino para reconectar con tu cuerpo y mente para luchar con mucha más fuerza.
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